Dos cuervos tunantes paseaban por la carretera. Dos tipos decididos haciendo más humano el reino animal. Así, más o menos, era nuestro amor.
Yo estoy aquí, vida mía que fuiste. Amor que temprano llegaste. Umbral me diría que estoy «educada en ese presente de segundo grado que es la actualidad». Pero no, yo soy rehén del presente. No vivo en la actualidad; se me escurre entre las manos. Al fin y al cabo, la actualidad es efímera, pero el presente es para siempre. Te atrapa. Te encierra. Tanto tiempo que se vuelve pasado. Tanto tiempo que se vuelve futuro. Y yo voy haciendo cosas, mientras tanto. Como un personaje de Tales from de loop. Unas las celebro; otras las lloro.
Gracias por el sosiego que me das a veces, amor que fuiste. No te guardo más rencor que el que cabe en este diminuto corazón que dejaste.
Me entraste como un ángel entra en una virgen.
Desaparecí. Me fundí a negro, cuervo. Te crié, cuervo.
Ay, amor antiguo. No tuve fuerza para con mis rivales. Nunca supe en qué me superaron. Conociendo mi naturaleza triste quisiste dejarme ciega en ese asunto. El estilista impresiona, pero sólo el escritor conmueve, dice Gimferrer. Eso hacías. Todos los días recuerdo y recordar es mi oficio. Mas a quién me debo.
Los hombres sois postres apetitosos, pero mi cintura ha de volver a los sesenta centímetros.
Amor antiguo, amor pasado. Ya no eres sino un papel de juzgado. Yo me bebí esos papeles el día que derramé el café. Ahora eres, amor antiguo, mi vida que fuiste, una resolución deglutida.
En mi celda de luz, espero.
Deja una respuesta