Te recibe un jardín de pequeñas y coquetas gavias regadas de arena roja con macetas de flora canaria, pero perfección japonesa.
Huele a flores y a mar.
Después de pasar unos días en La casa del estanque, mi concepto de cita romántica ha cambiado completamente. Qué es eso de ir a cenar o al cine; a mí me llevas a La casa del estanque.
En tiempos de amores efímeros, de match y de Instagram, quién va a enamorarse en una cena. Si para cuando llegue la segunda cita te habrás enamorado cinco veces más. No, te la juegas a una sola carta. Una sola bala en la recámara del cortejo. Úsala bien. Como hacían los de antes. Los que hablaban de casamiento y regalaban violetas.
Como te contaba, al llegar te encuentras el jardín volcánico, que parece cuidado por una japonesa. Entras en la casita y ya está. El mundo se queda fuera. Romance de geranios y claveles. Blanco. Todo -o casi todo- es blanco. La mente al alba. El estrés absorbido por la platanera de la entrada. Los demás… ¿quiénes son los demás si aquí sólo existimos tú y yo?
Levanta esa ventana de la cocina, donde está el café y el vino. Ponme jazz. Déjame pisar descalza el sofá azul de terciopelo. Vamos a reírnos mirando por los ventanales. Abrázame aquí, que sólo nos ven nuestros reflejos.
Como la pareja de El lago azul, nos damos un baño sobre suelo de piedras y colgando los helechos. Cae agua caliente y torrencial sobre mi cuerpo. Me miras y sabes cosas. Cosas que ya no recuerdo.
La cama, hecha de moléculas de dormidina, también es blanca. Frondosa como un mar de nubes. Hazme el amor bajo estos centenares de botones que son testigo del cabecero y de todo lo que pasa aquí. Me dormiré tranquila porque, como te dije, los hilos egipcios de la sábanas son de valeriana. Mañana no podré madrugar. O sí. Porque desde la cama veo el estanque. Y me apetece que entres en él y te conviertas en barca para subirme. Remaré con besos. Volveré a admirar los hermosos helechos.
Leeremos en la terraza y escribiremos postales.
Tres días, cuatro. Una cita definitiva para conquistarnos. O reconquistarnos. Una casa para enamorarse. De otro, de ella, de ti.
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