Dos días antes de acabar el 2020 le dije a alguien que no esperaba nada extraordinariamente positivo del nuevo año. Tal vez alguna medio buena noticia de vez en cuando y poco más. Esa persona se sorprendió: «¡No me digas eso!»
Lo siento. Siento ser una persona de naturaleza pesimista. Más triste que un verso en un paso de peatones. De veras lo siento. Pero en febrero de 2020 yo vi a los chinos cantando al unísono desde sus ventanas y me fui al super a comprar como para encerrarme en casa un par de meses. Ese día le dije a la cajera que iban a cerrar los colegios y por eso hacía una compra tan grande. «¡No me digas eso!», dijo.
Han puesto el límite en cuatro. En casa vivimos cuatro personas y no puede venir nadie a vernos. Mis abuelos viven solos y tenemos que ir a cuidarlos de dos en dos. No celebramos juntos ninguna fiesta navideña. Ninguna. Mi abuelo tiene 91 años y no para de decirnos que no llega a la próxima Navidad. Además de estar bastante pachucho, mi abuelo está cansado de vivir. Lleva 12 años arrastrando una pierna -«por donde me va a entrar la muerte»-, ve como los de su quinta van cayendo y me mira resignado y dice: «¿Es que Dios se olvidó de mí?».
De nada sirve animarlo a vivir. La pandemia ha rematado su excusa de haber vivido demasiadas cosas ya. Esto no se lo esperaba. Llevar casi un año sin besar a sus bisnietos, sin vernos a todos reunidos en el aljibe. Haciendo turnos para ir a llevarle las cosas. El otro día salió al huerto y tocó la tierra. Le habíamos dicho que llevaba días de llovizna, pero no nos creía, como si la sequía de su ánimo fuera extensible a todo lo demás. No le dejábamos salir los días de lluvia por miedo a un resfriado ahora que está tan delicado. El caso es que en cuanto salió el sol lo llevamos al huerto. Y tocó la tierra. «Ha llovido bien», nos confirmó. «Lo bastante como para llegar hasta la madre» (dijo mientras hacía un gesto verniano de llegar al centro de la tierra). «Va a ser un buen año, al menos para el que siembre. Así que compren semillas, que este año va a crecer de todo». Y con esta última instrucción se recogió.
Pues eso, va a ser un buen año, para el que siembre.
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