Llevo un par de semanas leyendo a Umbral. Resulta que me ha explotado la cabeza. Necesito comprender esas construcciones lingüísticas que hace porque no me recuerda a nada y, sinceramente, creo que Umbral vino de otro planeta. Me siento con la responsabilidad de dejar por escrito, al menos, algunos acontecimientos inexplicables que encontré en Mortal y rosa.
Por dentro de la calavera está el personaje mirando el mundo, y la calavera nos mira con ojos de antifaz, porque la calavera no es la verdad de un rostro, sino la máscara última.
Ok. En qué momento llega una persona a tener este pensamiento y escribirlo en un diario.
Si la mayor luz es la menor sombra, la mayor blancura es la menor tiniebla. No estoy en blanco por ser tan blanco, Cuidado conmigo. Soy el que soy. Enigmas de la nieve, de la espuma, de la nube, Formas de blanco, galerías en un cuerpo claro.
No sé, pero yo a partir de ahora me miro hacia dentro como llena de galerías de la luz.
Ir a la mujer con manos de pianista mejor que con manos de ladrón. Que la mujer no se sienta saqueada, sino templada, pulsada, afinada.
Definitivo. Dile a tu amante que te toque con manos de pianista y que te deje bien afinada. Pulsada en cada tecla, resonando cada cuerda.
El niño nos lleva hasta los reinos de lo pequeño, acude a nuestra propia infancia dormida, nos mete por el sendero más estrecho, transitado sólo por la hormiga, la sansanica, el clavo solitario y la piedra rodadora.
Cualquiera que tenga hijos entenderá qué es ver la infancia propia a través de él. Umbral habla de la paternidad con un lenguaje de otro mundo de los sentimientos y las emociones. Él mismo es toda una escuela psicológica nueva.
Mirando de nuevo una carne profunda, la llaga secreta, la respiración submarina de los sexos, triste avidez en que mi boca genital se deshumaniza, se vaginiza en el diálogo pútrido con esa ciega herida tornada a su vez en boca horriblemente, y diciéndome palabras de légamo, silencios de pelo, sonrisas de sangre. Sabor de matadero y secretos eréctiles que me vuelven a dar por un momento, el párrafo oscuro, acre y herido que es un cuerpo de mujer.
Me explota la cabeza. No sé ni comentar esto. Es Dios, Umbral es toda la luz de Dios hecha palabra.
Niño mío, hijo, fruta fugaz, manzana en el mar, siempre lo he dicho, milagro instantáneo, doblemente imposible, estoy aquí, en el desorden de tu ausencia, entre los colores, animales, objetos, hierros, ruedas y sedes de tu mundo, tan muertos sin ti, juguetes de un sol, solo que apenas los roza, y me mira tu ausencia desde todas las paredes, encarnas en fotografías cuando halago el tacto de la nada. No estás.
😦
La novela es un compromiso burgués, monsieur. La novela es fruta de invierno, de habitaciones cerradas, escritores con pipa y horas laboriosas. El libro, mi libro, como el verano, debe tener las ventanas abiertas, las puertas abiertas, y debe hacer mucha vida en la calle. Tampoco esa anotación puntual de los diarios, esa burocracia del sentimiento a la que se someten algunos escritores, llenándose de pupitres interiores.
¡BUROCRACIA DEL SENTIMIENTO! ¡PUPITRES INTERIORES! No, en serio, qué es esto, qué clase de ingenio es esta.
Octubre. Se perfecciona la redondez del mundo. Los árboles son violines cuya música es el azul del cielo. El bosque juega con mi hijo como un tigre verde con un jilguero. Somos el interior de una lentísima manzana cayendo silenciosamente en el tiempo.
¿Puedes darme más, Umbral? No, no puede haber más. No te lo acabas.
Quisiera conquistar el olvido. Ni siquiera un olvido injusto, claro. Eso es otra forma de gloria. No un olvido panteónico, sino un olvido pequeño. Quedar para siempre en la cripta enigmática de un nombre poco frecuentado. Ser el día de mañana un muerto sin señas de identidad. Casi todo el que escribe quiere quedar como estatua municipal, como rotonda pública, como salvador de la Patria. Hay que huir de la gloria municipal y escolar. Y para eso lo mejor es el escándalo, como pensé a veces.
Hete aquí al dandy.
‘Mortal y rosa’ es uno de los libros que más me han impactado a lo largo de toda mi vida. También me explotó la cabeza. Tanta belleza y tanto pesimismo… Y, ahora que tú lo comentas, creo que es un buen momento para releerlo… Gracias.
Por cierto, lo leí hace unos veinte años. Hace diez, falleció mi hermana de un derrame cerebral (dejó un hijo de 6 meses). Recuerdo que tuve entre mis manos el libro de Umbral, pero me sentía incapaz de abrirlo. El recuerdo de cómo me habían afectado sus páginas me lo impidió.
Creo que ahora sí es un buen momento. 😉
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No me extraña, es tan bello como duro.
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